A ver, Aristóteles, cómo empezamos esta conversación sin que te ofendas, sin que te sientas descalificado. Yo sé que eres un gran filósofo griego. Producto de tu ingenio hemos apreciado el mundo de una manera distinta, le pusiste nombre a tantas ciencias. Te pasaste gran parte de tu vida estudiando al hombre y su universo.
Y, por su puesto, fuiste tú quien nos enseñó que los seres humanos tenemos cinco sentidosy que todos estos sentidos tienen un órgano en nuestro cuerpo. Claro, sino cómo sentimos. Es cuestión de lógica, por cierto, concepto también desarrollado por ti.
Pero veamos señor Aristóteles, cómo quedan entonces todas esas horas de estudio que usted le dedicó al sentido o sensorio común y que también llamó fantasía, la cual incluye la imaginación, aunque también seguramente la memoria.
Pues sí, esa sensibilidad llamada sentido común es, según usted, Aristóteles, el primero de los sentidos internos. Entonces, ¿por qué dejar por fuera el sentido común a la hora de enumerar los sentidos del ser humano?
Déjeme contarle que mi abuelita María, quién fue casi analfabeta, y a quien jamás le hizo falta ir a la escuela para saber la clasificación de los sentidos aristotélicos, siempre dijo que no eran cinco sentidos sino seis. Vea pues que la doña hablaba con propiedad del sexto sentido como el más completo de todos los que teníamos las personas, al menos a ella le era el más útil a la hora de tomar las decisiones más trascendentales de su vida.
El sexto sentido al que se refería mi abuelita estaba relacionado con las premoniciones. No muy alejado a su tesis aristotélica de la sensibilidad interna.
Pero le cuento que los textos de enseñanza no han cambiado desde que usted estaba vivo. Hoy en día se insiste en que solo tenemos cinco sentidos, qué le parece. Los mismos cinco sentidos de los que usted habló hace sopotocientos años. El sentido común no es tema relevante en la formación académica. Pero le tengo buenas noticias, aunque no se trata del sentido común propiamente, mucho se ha avanzado científicamente con respecto a una parte sensorial interna de los seres humanos y que la ciencia ha llamado, sin tapujos, sexto sentido.
En el 2016, un grupo de científicos del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares de Estados Unidos (conocido como NIH, por sus siglas en inglés), descubrieron que los seres humanos tenemos un sexto sentido. Según ellos los seres humanos poseemos un gen que nos ayuda a sentir y tomar conciencia sobre la posición de nuestro cuerpo en el espacio. Este gen es conocido como PIEZ02 y es tan importante que cuando sufre mutaciones causa pérdida del sentido del tacto y conciencia sobre la posición de nuestro cuerpo al cerrar los ojos.
También, en la misma onda, investigadores del Instituto de Tecnología de California (EEUU) encontraron que los seres humanos tenemos un sentido que se sincroniza con el campo magnético de la Tierra, como una especie de brújula incorporada a nuestro cerebro que nos permite ubicarnos en el espacio.
Según los científicos, este sexto sentido es similar al que tienen muchos animales, entre ellos las tortugas marinas, lo que les permite desovar a la edad adulta a la misma playa donde nacieron.
Se trata de un sentido magnético que, creen, ayudó a nuestros antepasados a navegar y recorrer territorios sin perderse, especialmente mientras realizaban las tareas de cacería y recolección de frutos para sobrevivir.
Casi que escucho a mi abuelita María decir que este sexto sentido, al que se refieren los científicos, no es otra cosa que el sentido de la orientación, algo parecido a un GPS pero que funciona con nuestra brújula cerebral.
Y dónde dejamos los sentidos de la supervivencia, de la lógica, del humor. Aristóteles le cuento que en nuestros tiempos modernos hay uno que otro filósofo que insisten en seguir sus enseñanzas y no han dado su brazo a torcer. Fíjese que hay estudios neurológicos que aún están a la espera de que alguien les de publicidad y relevancia, que afirman que el ser humano puede tener hasta 26 sentidos. Entre ellos puedo mencionarle el sentido de la nocicepción (es la capacidad de sentir dolor), mecanorrecepción (es nuestra capacidad motora de respuesta), equilibrio (uno de nuestros más importantes sentidos), propiocepción(sí, es el mismo que estudiaron los científicos del NIH y la Universidad de California), kinestesia (Percepción del movimiento), termocepción (Percepción de la temperatura), nivel de glucosa en sangre, presión osmótica del plasma, contenido de oxígeno en la sangre, presión arterial (este sentido nos permite mantener constante y en equilibrio nuestra presión arterial. No lo hacemos de manera consciente como sucede con casi todos los sentidos, pero nuestro cuerpo tiene la habilidad de regularla).
También tenemos el sentido de la sinestesia, desarrollado sólo por algunos seres humanos y considerado por ciertas ramas de la medicina como un desorden perceptivo. Un ser humano con percepción sinestésica puede asociar estímulos que le corresponden a un sentido, con otro sentido. Esto quiere decir que puede percibir un color al escuchar una pieza musical o sentir el gusto ácido de una textura. Lo más cercano a la sinestesia para muchos de nosotros es la asociación que nuestro cerebro hace entre olfato y gusto. Cuando olemos algo podemos imaginar a qué sabe…
Y no puedo terminar esta conversa sin hablar del amor y las pasiones. No se me asuste Aristóteles, yo sé que usted también le dedicó gran parte de su vida a estos sentidos. Sé que son temas profundos pero sabrosos (¡Dije “sabrosos”! seguro estaba pensando en el sabor umami de un beso apasionado, de esos cuando estamos enamorados, que nos hacen escuchar campanitas, nos erizan la piel, nos dejan mirando estrellas, con un sabor explosivo en nuestros labios y un aroma a gloria en nuestra alma).
Realmente no me gustaría agotarlo mi querido sabio, porque lo quiero de vuelta en la próxima cita con nuestros curiosos.